Clive Wearing representa uno de los casos de amnesia más conocidos del mundo. Tiene 84 años y lleva desde 1985 atrapado en una pesadilla provocada por una pérdida de memoria. Debido a un herpes que derivó en una encefalitis aguda, perdió buena parte de sus recuerdos y la capacidad para generar nuevos recuerdos. Ahora, su memoria apenas retiene unos segundos, de ahí que el documental que hicieron sobre la vida del director de orquesta se titulara El hombre con 7 segundos de memoria: «Ahora el mundo de Clive consiste en un momento, sin ningún pasado al que vincularlo y ningún futuro al que mirar», explica su esposa Deborah.
El caso del musicólogo es uno de los que Héctor Ruiz Martín, biólogo e investigador en los campos de la psicología cognitiva de la memoria y el aprendizaje, toma como referencia para explicar los entresijos de la memoria en Los secretos de la memoria (2022, Penguin Radom), un libro divulgativo que ayuda a comprender el funcionamiento de nuestro conocimiento en la medida en que la memoria es la habilidad fundamental para aprender. Entre las páginas editadas por el director de la International Science Teaching Foundation y uno de los mayores expertos en la materia de nuestro país se puede entender cómo se organiza la memoria y qué factores influyen en ella. Un viaje para tener muy presente que nuestros recuerdos y olvidos forman parte de nuestra esencia, nos ayudan a identificarnos y son partes indivisibles de nuestro ser.
LOS SECRETOS DE LA MEMORIA AL DESCUBIERTO
Las historias que recoge su libro son reales y, algunas, desoladoras. ¿Era necesaria esta humanización de la memoria?
Usar las historias para explicar qué es y cómo funciona la memoria es una forma de usar lo que sabemos para ayudar a los lectores a recordar mejor lo que leen. Y es que las historias tienen un lugar privilegiado en nuestra mente: nos resultan más atractivas y fáciles de recordar. Y son las que nos han permitido revelar los mecanismos de la memoria. Existen muchos malentendidos sobre qué es la memoria y cómo funciona el aprendizaje, y creo que acercar al público lo que la ciencia sabe sobre ella puede contribuir a tomar mejores decisiones en el ámbito educativo.
Los estudiantes siguen utilizando el método de aprender las cosas de memoria muchas veces sin comprender ni relacionar lo que aprenden. ¿Qué efectividad tiene eso?
Es una forma muy poco eficaz de aprender, además de que habitualmente conlleva aprendizajes efímeros. A nuestra memoria se le da mucho mejor recordar significados. Incluso cuando se trata de recordar algo que en sí no tiene significado y no hay nada que comprender, podemos recurrir a buscar relaciones entre lo que sabemos y lo que tratamos de aprender para recordarlo mejor. El principal error que cometen la mayoría de los estudiantes consiste en masificar el estudio en vez de espaciarlo en el tiempo, y dedicarse a leer y releer lo que desean aprender, en vez de ponerse a prueba evocándolo de su memoria. Evocar un recuerdo o conocimiento es la forma más eficaz de consolidarlo. Aunque es importante revisar lo que uno recuerda porque muchas veces podemos evocar una respuesta incorrecta sin darnos cuenta.
Si preguntáramos qué es la memoria, probablemente nos encontráramos con la descripción de una capacidad de almacenamiento de información. Sin embargo, usted afirma que la memoria es más conocimiento que almacenamiento. ¿Cuál sería la mejor forma de trabajar la memoria?
La memoria es nuestra capacidad de aprender cualquier cosa y es consecuencia de que nuestro cerebro cambia en todas y cada una de nuestras experiencias y acciones. Estos cambios son los que nos permiten responder de un modo distinto la próxima vez. En realidad, no contamos con una sola memoria, sino con distintos sistemas de memoria que se ocupan de distintos objetos de aprendizaje y que incluso dependen de regiones del cerebro distintas. Recuerdos, conocimientos, ideas, habilidades, hábitos… todo lo que aprendemos, lo aprendemos con la memoria. La memoria que alberga nuestros conocimientos (la memoria semántica), no es tanto un almacén de datos como si una red de significados que nos permiten interpretar el mundo a nuestro alrededor, razonar, resolver problemas, etc. En realidad, nuestra memoria no es tan buena recordando datos exactos como recordando el trasfondo (el significado) de nuestras experiencias. Por ejemplo, no podemos retener una conversación palabra por palabra, pero podemos recordar su significado, y entonces reconstruirla con nuestras propias palabras. Por eso, la mejor forma de trabajar la memoria no es otra que aprender.
Pero según afirma, la memoria no es un músculo que se pueda entrenar, lo que contradice muchas teorías. ¿Qué mitos considera que hay que desmitificar?
Los atletas de la memoria nos muestran que podemos entrenarnos para lograr hitos memorísticos increíbles, como memorizar en una hora miles de números. Pero eso no se transfiere a recordar mejor cualquier otra información. Cuando se trata de recordar cualquier otra cosa, los atletas de la memoria son como las demás personas. Y esto es así porque la única forma de mejorar la memoria es adquiriendo conocimientos que podamos asociar a lo que tratamos de recordar. Así que más que un músculo podríamos concebirla como cientos de miles de músculos. Cuando aprendemos sobre algo, fortalecemos el músculo específico de las cosas relacionadas con ese tema, pero no los demás.
Otro mito a desterrar sería la idea de que el olvido es la única forma en que nuestra memoria falla, pues cuando recordamos a menudo también nos falla generando falsos recuerdos, esto es, recuerdos de cosas que no sucedieron o que no sucedieron como las recordamos.
Damos mucha importancia a los recuerdos y vivimos con el miedo de perderlos. ¿Hay alguna forma de perpetuarlos?
Por desgracia nuestra memoria olvida y lo hace tan pronto como hemos aprendido algo. El olvido es la forma de podar los detalles de las vivencias y quedarnos con el trasfondo. Es lo que al fin y al cabo nos permitirá imaginar y razonar. La única forma segura de perpetuar un recuerdo es registrarlo en soportes externos (diarios, cámaras, etc.) que, a diferencia de nuestra memoria, no olvidan espontáneamente. En todo caso, la mejor forma de no perder un recuerdo es seguir evocándolo de tanto en tanto, aunque debemos ser conscientes de que cada vez que evocamos un recuerdo, lo sometemos a la posibilidad de modificarlo sin darnos ni cuenta.
¿Se olvida más fácilmente que se memoriza?
La verdad es que olvidamos casi todo lo que pasa por nuestra memoria. Todas nuestras experiencias dejan trazas en nuestra memoria, lo cual nos permite dar un sentido de continuidad a nuestras vidas. Por eso nos resulta posible recordar lo que hicimos hoy sin ni siquiera habérnoslo propuesto. Pero en unos días ya no lo recordaremos. Solo algunas cosas terminan conservándose, muchas veces de un modo que ya no reconocemos como un recuerdo, sino más bien como un conocimiento. Y en cuanto a los recuerdos, solo suelen perdurar detalles de algunos de ellos, especialmente si resultaron relevantes emocionalmente hablando.
El olvido puede explicarse por dos procesos complementarios: por la desintegración de las estructuras neuronales que los representaron, o por la interferencia que provoca que unos recuerdos se mezclen con otros, o sean desplazados por ellos. Es decir, buena parte del olvido no se explicaría porque lo que supimos una vez ya no está en nuestra memoria, sino que no logramos encontrarlo porque otros recuerdos interfieren cuando lo buscamos en ella.
Usted dedica el libro a «quienes luchan por seguir siendo quienes son y para quienes hacen lo imposible por ayudarlos». En este segundo grupo, se encuentran también los médicos y científicos volcados en encontrar soluciones a enfermedades como el Alzheimer. ¿Estamos lejos de encontrar respuestas?
Quienes hacen lo imposible por ayudarlos son tanto sus familiares y cuidadores como los médicos que los atienden y los científicos que trabajan por encontrar una solución. Me pareció importante acordarnos de todos ellos, especialmente de los familiares y personas que cuidan de los enfermos, pues para ellos también es una situación que puede resultar muy dura. Por desgracia, aún no sabemos cuáles son las causas del Alzheimer ni contamos con tratamientos eficaces para combatirlo. De hecho, aún resulta complicado preverlo e imposible prevenirlo. Conocemos factores que resultan protectores frente al Alzheimer, pero solo lo son a nivel estadístico, es decir, que solo suponen una contribución para prevenirlo o retrasarlo, no una profilaxis efectiva. Mientras desconozcamos las causas, es muy difícil dar con los medios para prevenirlo e incluso curarlo. Es importante ser conscientes de que el Alzheimer afecta a una parte importante de la población, más cuanto mayores somos. Más del 20% de los mayores de 84 años lo padecen. Se estima que alrededor de 50 millones de personas en el mundo sufren esta terrible enfermedad, y que estos números irán aumentando vertiginosamente en los próximos años. Y me temo que, como sociedad, no estamos preparados para ello.
Fuente: telva.com